martes, 2 de diciembre de 2014

"Inútil Competencia".


Conocer las bondades de trabajar en comunidad nos permitirá no intentar
 aplastar el sueño del otro para vivir el propio.
Alcanzar la punta de la pirámide, objetivo impuesto en el mundo patriarcal  
a través de la familia, la educación, la religión y la cultura, ser como esos 
“privilegiados” que aparentemente son felices porque lo tienen todo.
Este juego competitivo nos mantiene en una guerra ruin, no solo con el otro,
 sino también con nosotros mismos. Nos vemos obligados a acallar la voz propia
 por algo que nos es ajeno, a desconocer nuestro potencial y dormirlo para 
explotar algo que “debemos tener y ser”.
“La competencia es muy buena porque te pruebas a ti mismo 
que puedes ser mejor”. Esta es una frase muy común que justifica la existencia
de un mundo que se desconoce a sí mismo, que enfila humanos como productos 
de supermercado poniéndoles precio según convenga;  nos han convencido que
necesitamos la competencia  porque no habría otro motor para “salir adelante” 
que ser competitivo y mejor que otros.
La creación de vida viene de un mito competitivo que nos hace ser hijos del 
espermatozoide más fuerte, cuando en verdad la procreación es todo un organismo
 puesto al servicio de la llegada de uno solo que pueda hacer el trabajo final. 
Este es un trabajo cooperativo y colectivo donde  ningún órgano del cuerpo 
compite por ser mejor que otro, moriríamos si así fuera.
No tenemos que empujarnos entre nosotros. Los obstáculos nos muestran aquello
 que no hemos visto en nosotros mismos y nos sirven para fortalecer lo que somos
 y lo que desarrollamos.
Conocer las bondades de trabajar en comunidad nos permitirá no intentar aplastar
el sueño del otro para vivir el propio. Trabajar por un objetivo que brinde a cada
 persona satisfacción y conocimiento a todo nivel, donde pueda experimentar 
su potencial creativo sea cual sea.