lunes, 17 de junio de 2013

¿Ama Demasiado?.


¿Cómo hacen las mujeres que aman demasiado para encontrar a los hombres 
con quienes pueden continuar los patrones perjudiciales 
de relación que desarrollan en la niñez?.

¿Cómo, por ejemplo, hace la mujer cuyo padre nunca estuvo emocionalmente presente para encontrar un hombre cuya atención ella busca constantemente 
pero no puede ganar?.

¿Cómo es que la mujer que proviene de un hogar violento
se las ingenia para formar pareja con un hombre que la golpea?.

¿Cómo es que la mujer que se crió en un hogar alcohólico encuentra un hombre
 que ya padece o pronto desarrollará la enfermedad del alcoholismo?.

¿Cómo hace la mujer cuya madre siempre dependió de ella emocionalmente 
para encontrar un esposo que necesita que ella lo cuide?. 

De todas las posibles parejas que encuentran, 
¿cuáles son los indicios que llevan a estas mujeres hacia los hombres 
con quienes pueden continuar el baile que conocen tan bien desde la niñez?.

¿Y cómo reaccionan (o no reaccionan) cuando se encuentran con un hombre 
cuya conducta es más sana y menos necesitada, inmadura o abusiva 
de lo que están acostumbradas, cuyo estilo de baile no concuerda tan bien con el de ellas? 


En el área de la terapia hay un viejo cliché que dice que la gente a menudo se casa con alguien que es igual a la madre o al padre con quien lucharon mientras crecían. Este concepto no es absolutamente acertado. No es tan cierto que la pareja que elegimos sea igual a mamá o a papá, sino que con esa pareja podemos sentir lo mismo y enfrentar los mismos desafíos que encontramos al crecer: podemos repetir la atmósfera de la niñez que ya conocemos tan bien, y utilizar las mismas maniobras en las que ya tenemos tanta práctica. Esto es lo que, para la mayoría de nosotras, constituye el amor. Nos sentimos en casa, cómodas, exquisitamente “bien” con la persona con quien podemos hacer todos nuestros movimientos conocidos y experimentar todos nuestros sentimientos conocidos. Aún cuando los movimientos nunca hayan dado resultado y los sentimientos resulten incómodos, son los que conocemos mejor. Experimentamos una sensación especial de que realmente es lo correcto estar con ese hombre que nos permite, como su pareja, bailar los pasos que ya conocemos. Es con él con quien decidimos tratar de hacer funcionar una relación.

Esa sensación de misteriosa familiaridad surge cuando se juntan una mujer y un hombre cuyos patrones de conducta, encajan como piezas de un rompecabezas. Si, además de esto, el hombre ofrece a la mujer la oportunidad de abordar y tratar de triunfar sobre los sentimientos infantiles de dolor y desamparo, de no ser amada ni necesitada, entonces la atracción se vuelve virtualmente irresistible para ella. De hecho, cuanto más dolorosa haya sido la niñez, más poderoso será el impulso de recrear y dominar ese dolor en la adultez.

Veamos porqué se da esto. Si una criatura ha experimentado cierto tipo de trauma, este volverá a aparecer una y otra vez como tema de sus juegos hasta que haya cierta sensación de haber llegado a dominar la experiencia. Una criatura que debe someterse a una operación quirúrgica, por ejemplo, puede recrear el viaje al hospital usando sus muñecas u otros juguetes; puede convertirse en el médico en un juego y en el paciente en otro, hasta que el miedo ligado al acontecimiento disminuye lo suficiente. Como mujeres que amamos demasiado, nosotras hacemos algo muy parecido: recreamos y volvemos a experimentar relaciones infelices en un intento de hacerlas manejables, de dominarlas.

De aquí se deduce que en realidad no hay casualidades en las relaciones. Cuando una mujer cree que inexplicablemente “tuvo que casarse” con cierto hombre, alguien a quien jamás habría elegido deliberadamente como esposo, resulta imperativo que ella examine por qué eligió una relación íntima con ese hombre en particular, por qué corrió el riesgo de quedar embarazada de él. Del mismo modo, cuando una mujer afirma que se casó por capricho, o que era demasiado joven para saber lo que hacía, o que no estaba del todo en sus cabales y no podía tomar una decisión responsable, éstas también son excusas que merecen un análisis más profundo.

En realidad ella sí eligió, aunque en forma inconsciente, y a menudo con gran conocimiento sobre su futura pareja aún desde el principio. Negar esto es negar responsabilidad por nuestras decisiones y nuestra vida, y tal negación impide la recuperación.

Pero, ¿cómo lo hacemos? ¿Cuál es exactamente el misterioso proceso, la fascinación indefinible que enciende la chispa entre una mujer que ama demasiado y el hombre que la atrae?.

Si replanteamos la pregunta de otra forma-¿qué señales se encienden entre una mujer que necesita ser necesitada y un hombre que busca a alguien que asuma la responsabilidad por él?

¿O entre una mujer que es extremadamente sacrificada y un hombre extremadamente egoísta?.

¿O entre una mujer que se define como víctima y un hombre cuya identidad se basa en el poder y la agresión?.

¿O una mujer que necesita controlar y un hombre que es inadecuado?.

Entonces el proceso comienza a perder parte de su misterio. Porque hay señales definidas, indicios que son enviados y registrados por cada uno de los participantes del baile.

Cabe recordar que en cada mujer que ama demasiado hay dos factores en juego:

1) el hecho de que sus patrones conocidos 
concuerden con los de él como una llave en una cerradura;

2) el impulso de recrear y vencer los patrones dolorosos del pasado.

Echemos un vistazo a los primeros pasos vacilantes de ese dúo que informa a cada integrante que allí hay alguien con quien va a funcionar, a encajar bien, a sentirse bien.

Las siguientes historias ilustran con claridad el intercambio casi subliminal de información que tiene lugar entre una mujer que ama demasiado y el hombre que la atrae, un intercambio que de inmediato establece la escena para el patrón de su relación, de su danza, de allí en adelante.

MARY: estudiante universitaria de veintitrés años; hija de un padre violento.

Crecí en una familia realmente loca. Ahora lo sé, pero cuando era niña nunca pensé en ello salvo para desear que nadie se enterara jamás de la forma en que mi padre golpeaba a mi madre. Nos golpeaba a todos, y creo que así llegó a convencernos a mí y a mis hermanos de que merecíamos que nos pegara. Pero yo sabía que mamá no. Yo siempre deseaba que me pegara a mí y no a ella. Sabía que yo podía soportarlo, pero no estaba tan segura de que mamá 

pudiera hacerlo. Todos queríamos que ella lo abandonara, pero ella no quería. Recibía tan poco cariño…Yo siempre quería darle suficiente amor para fortalecerla y que pudiera salir de eso, pero nunca lo hizo. Murió de cáncer hace cinco años. No he vuelto a casa ni hablado con mi padre desde el funeral. Siento que él la mató en realidad, no el cáncer. Mi abuela paterna nos dejó a cada uno de los nietos un dinero, y así fue como pude ir a la universidad, donde conocí a Roy. Estuvimos juntos en una clase de arte durante todo un semestre y nunca nos hablamos. Cuando comenzó el segundo semestre, varios de nosotros volvimos a estar juntos en la misma clase, y el primer día empezamos una gran discusión sobre las relaciones entre hombres y mujeres. Bueno, este sujeto se puso a decir que las mujeres eran totalmente malcriadas, que siempre querían salirse con la suya y que sólo utilizaban a los hombres. Mientras decía todo eso exudaba veneno, y yo pensé:”Oh, realmente lo han lastimado. Pobrecito”. Le pregunté: “¿De veras crees que eso es verdad?” y empecé a tratar de demostrarle que no todas las mujeres eran así…que yo no era así. ¡Mire cómo me metí! Más tarde en nuestra relación, yo no podía exigir nada a ni cuidarme de ninguna manera, o de lo contrario estaría demostrando que él tenía razón en su misoginia. Y toda mi preocupación de aquel primer día de clase dio resultado. El también se “enganchó”. Me dijo:”Volveré. ¡No pensaba quedarme en esta clase, pero quiero hablar más contigo”. Recuerdo que en ese mismo instante sentí algo estupendo, porque yo ya sentía que era diferente para él. En menos de dos meses, estábamos viviendo juntos. En cuatro meses, yo pagaba el alquiler, y casi todas las demás cuentas, además de comprar los comestibles.

Pero seguí intentándolo, dos años más, para demostrarle lo buena que era, que no iba a lastimarlo como ya lo habían hecho. Yo sí salí bastante lastimada en el proceso; al principio, sólo emocionalmente, pero después también físicamente. Nadie podía tener tanta furia como él contra las mujeres y no querer maltratar a una de ellas. Claro que yo estaba segura de que la culpa también era mía.

Es un milagro que haya salido de eso. Conocí a una ex novia suya y ella me preguntó enseguida: “¿Te pega?”. Le respondí: “Bueno, en realidad, no.” Lo estaba protegiendo, por supuesto, y tampoco quería quedar como una imbécil. Pero sabía que ella lo sabía, porque había pasado por eso antes que yo. Al principio sentí pánico. Era la misma sensación que había sentido cuando niña: no quería que nadie viera lo que había detrás de la fachada. Todo en mí quería mentir, actuar como si ella hubiera sido muy descarada al hacerme esa pregunta. Pero me miró con tanta comprensión que ya no tenía sentido fingir.

Hablamos mucho tiempo. Ella me habló de un grupo de terapia al que asistía, donde todas las mujeres se parecían en el hecho de que todas se veían atraídas hacia las relaciones infelices ,y trataban de aprender a no hacerse eso. Me dio su número telefónico, y después de pasar dos meses más en aquel infierno la llamé. Me convenció de que fuera con ella al grupo y creo que eso tal vez me salvó la vida. Aquellas mujeres eran iguales a mí. Habían aprendido a soportar cantidades increíbles de dolor, por lo general desde la niñez.

De todos modos, tardé unos meses más en dejarlo, y aún con el apoyo del grupo fue muy difícil. Yo tenía aquella increíble necesidad de  demostrarle que era digno de ser amado. Y pensaba que si tan sólo yo pudiera amarlo lo suficiente él cambiaría. Gracias a Dios que superé eso; si no, estaría haciéndolo otra vez.

La atracción de Mary hacia Roy.

Cuando Mary, la estudiante de arte, conoció a Roy, el misógino, fue como si ella conociera a la síntesis de su madre y su padre. Roy era irascible y odiaba a las mujeres. Ganar su amor era para Mary como ganar el de su padre, que también era irascible y destructivo. Cambiarlo por medio de su amor era cambiar a su madre y salvarla. Mary veía a Roy como una víctima de sus malos sentimientos y quería amarlo hasta que se pusiera bien. Además, al igual que todas las mujeres que aman demasiado, ella quería ganar en su lucha con él y con las personas importantes que él simbolizaba para ella: su madre y su padre. Eso hizo que fuera tan difícil acabar con esa relación destructiva e insatisfactoria.

Libro "Las Mujeres Que Aman Demasiado". Robin Norwood. 



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"El Poder de Elegir". Eckhart Tolle.
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"La Liberación de la Infelicidad" Eckhart Tolle.
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"Ella quiere dejar de atraer gente negativa a su vida" 
Eckhart Tolle y Oprah Winfrey.
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"Rasgos del Maltratador"
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"Cuando Ama Demasiado"
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