lunes, 25 de abril de 2011

Los Egos Y Los Conflictos En La Pareja



En el ego intelectual está la lucha por el poder:

El que domina, ocupa el 90% de la relación de pareja. Ambos miembros cuando eran niños, no tuvieron la oportunidad de ser ellos mismos, sino que fueron obligados a ser lo que sus dominantes padres querían que fueran. Crecieron con un enorme deseo de dominar al otro y la pareja es un campo de batalla. Quienes vencen pierden el interés en la relación y se alejan.

Quién mantiene sometido y atrapado al otro dice: “Ya que en la pareja uno tiene que dirigir voy a ser yo el que lo haga. Con mis padres nunca pude opinar, satisfacer mis gustos ni desobedecer. Ahora que te encontrado a ti, débil y cobarde, aprovecharé para tratarte como ellos hicieron conmigo. El dominado y el dominador a veces intercambian los papeles por miedo a la separación. Si en la pareja una de las partes se sacrifica, no es una pareja de verdad.

En el terreno emocional:

Reconoceremos que no todos amamos de la misma manera. No nos someteremos a la tortura de querernos unir de un modo que no sea el nuestro. Nos amaremos como podamos amarnos, sin tratar de ser espejo, sin aspirar a una quimérica fusión, sin desear serlo todo el uno para el otro. NO nos encerraremos en una relación exclusiva, sino que iremos agregando a nuestro cariño el cariño por nuestros hijos, por nuestros parientes, por nuestros amigos, por aquellos a los que admiramos, por la humanidad entera, por todos los seres inanimados o vivientes, por ese impensable que llamamos Dios. Reconoceremos que el amor no es la búsqueda de la igualdad sino de la diferencia complementaria. NO seremos dueños ni propiedad el uno del otro, nos ataremos con nudos que siempre sabremos deshacer, nos ayudaremos a conservar en lo más profundo de nuestro ser un área privada, nos protegeremos mutuamente pero sin privarnos nunca de nuestra libertad. Caminaremos juntos bendiciendo cada uno de nuestros pasos, pero si nuestros caminos se separan, lo aceptaremos deseando lo mejor para el otro en su nueva vida.

En el ego libidinal está la lucha por la identidad sexual:

Esta lucha aparece cuando una mujer forma pareja para simular una feminidad que no conoce, porque tuvo a una madre viril. O un hombre crea una pareja para simular una virilidad que tampoco conoce, porque tuvo un padre débil o ausente. Fue educado por la madre, o la tía, o una hermana, o la abuela y está dotado de un ánima muy fuerte.
Al principio la mujer se resigna a un papel más pasivo y le deja al hombre uno más activo. Con el tiempo, ella empieza a llegar tarde y a hacer lo que le da la gana. Al mismo tiempo que ella se impone, él se encierra en su pasividad. “Uno es infiel y el otro celoso” Esto no dura siempre. La mujer, se va volviendo frígida y el hombre cada vez tiene más dificultades para conseguir una erección. Ambos van perdiendo el deseo.
En el ego material está la lucha por existir:

Si nuestros padres no nos han dado la atención suficiente ni nos han valorado, no sabemos quienes somos, estamos vacíos, no creemos valer nada. No puedes darle nada al mundo. En ese estado buscamos en la pareja todo lo que creemos que no somos. Acabamos encontrando como pareja a otra persona que también se siente vacía. Uno activo y el otro pasivo, uno adorará al otro y este último se dejará adorar. Uno interpreta el papel del adulto y el otro el del niño, cada uno se basa en el otro. El que admiraba al otro acaba abandonándolo, después de hacerlo caer de su pedestal. Después inicia la búsqueda de otra pareja que merezca su admiración.

Alejandro Jodorowsky en "Cabaret místico" nos describe como son los compromisos sanos de una pareja sana:

Los cónyuges para lograr una unión sana, primero deben prometerse que:

En el terreno intelectual:

Vamos a dejarnos el uno al otro a ser lo que somos. Me caso contigo prometiendo que de ninguna manera intentaré que me imites o que veas el mundo exactamente como yo lo veo. No cambiaré de parecer angustiándote con exigencias agresiones orales, mal humor, reclamando sin cesar un “quiero que pienses esto o lo otro”. Respetaremos siempre lo que somos sin sentirnos culpables, sin permitir que nadie intente imponernos conductas o ideales que no sean los nuestros. Tendremos derecho a expresar nuestra propia visión del mundo, aunque difiera de la del otro. NO nos impediremos ver ni oír lo que nuestra curiosidad nos pida. Tenemos derecho a desarrollar nuestros sentidos en la dirección que nos convenga.

En el terreno emocional:

Reconoceremos que no todos amamos de la misma manera. No nos someteremos a la tortura de querernos unir de un modo que no sea el nuestro. Nos amaremos como podamos amarnos, sin tratar de ser espejo, sin aspirar a una quimérica fusión, sin desear serlo todo el uno para el otro. NO nos encerraremos en una relación exclusiva, sino que iremos agregando a nuestro cariño el cariño por nuestros hijos, por nuestros parientes, por nuestros amigos, por aquellos a los que admiramos, por la humanidad entera, por todos los seres inanimados o vivientes, por ese impensable que llamamos Dios. Reconoceremos que el amor no es la búsqueda de la igualdad sino de la diferencia complementaria. NO seremos dueños ni propiedad el uno del otro, nos ataremos con nudos que siempre sabremos deshacer, nos ayudaremos a conservar en lo más profundo de nuestro ser un área privada, nos protegeremos mutuamente pero sin privarnos nunca de nuestra libertad. Caminaremos juntos bendiciendo cada uno de nuestros pasos, pero si nuestros caminos se separan, lo aceptaremos deseando lo mejor para el otro en su nueva vida.

En el terreno sexual:

Comprenderemos que el encuentro de nuestros cuerpos es un placer que debe ser explorado y desarrollado. La verdadera clave de una descendencia feliz es el goce con el que la engendramos. Tendremos hijos del placer, no del deber. Este placer será mutuo y sin límites. Nos permitiremos expresar nuestros deseos, solicitando ésta o aquella caricia, aceptando satisfacer las fantasías sexuales del otro pero teniendo también el derecho a negarnos. La sublimación y la abstinencia deben ser sinceras y no disfraces de la frustración.

En el terreno material:

Compartiremos un espacio pero nos permitiremos también tener un territorio personal, con la promesa de no invadir nunca el del otro, respetando nuestra necesidad de soledad. Igualmente tendremos algún dinero común, pero conservaremos celosamente una independencia económica.

“En ninguna parte soy algo de alguien, y en ninguna parte hay algo que sea mío.”