martes, 18 de enero de 2011

Sacando de la Apatía a Max (Psicomagia).


Voy a responder un pedido de auxilio de un joven de 20 años, sumergido en una apatía total que puede conducirlo a la autodestrucción por drogas o suicidio. Se me da una sola oportunidad de ayudarlo mediante un consejo de psicomagia. ¿Un acto que cambie una vida, que extraiga un alma del fracaso vital , puede ser gentil, delicado, fácil? ¡Imposible! Obligatoriamente, para ser efectivo, este acto tendrá que ser apocalíptico, enorme; un tajo brutal que corte con heroica brusquedad las amarras al sufrimiento… Los lectores sensibles, que quieren solucionar todo con dulces caricias, deben abstenerse de leer lo que sigue.

MAXIMILIANO CONSULTA:

Tengo veinte años, y desde hace un tiempo ésta es una de las únicas tres certezas que tengo sobre mí; las otras dos son mi nombre (Maximiliano, fracasado emperador de México) y que soy un varón heterosexual. Todo lo demás depende del día, de lo que estoy haciendo, de la gente que me rodea y de qué me tomé (el vino, la cerveza y el tequila me dan tres visiones distintas de mi futuro: un día soy agnóstico, otro día ateo, al día siguiente budista.)

Conozco a muchas personas y todas tienen de mí una percepción totalmente distinta no tanto entre ellos, lo que sería tanto soportable como normal, sino de lo que yo soy verdaderamente. Todas estas personas que conozco, y que de alguna manera son parte de mi vida, pueden dividirse en grupos (los amigos del barrio, los compañeros del colegio, los compañeros de la universidad, otros) y ninguno de los miembros de un grupo conoció nunca a un miembro del otro grupo. No me siento apreciado por lo que soy realmente, por ninguna de estas personas.

Además, se agrega que ya no estoy seguro de lo que estoy estudiando, (no puedo permitirme el lujo de cambiar de facultad, porque ya lo hice ); no consigo encontrar a una chica que me guste, aunque conozco muchas ( les caigo bien a todas, pero no van más allá de la simpatía, y ni siquiera yo sé qué busco en ellas, aparte el sexo, obviamente). No me siento en paz con mí mismo … No tengo ninguna pasión propiamente dicha, escucho todo tipo de música y nada, no me gusta ninguna categoría de películas en particular, duermo boca abajo. En este momento podría ser actor, ya que, al no ser nadie en particular, puedo ser cualquiera.

Traté de encontrar una solución definitiva, imaginándome lo que querría hacer verdaderamente si mañana pudiera hacer todo lo que quisiera. Así, me imaginé albañil, u obrero de la construcción en alguna parte de África o Asia, construyendo viviendas de protección oficial.

¿Podrías darme una solución mejor que ésa?

ALEJANDRO JODOROWSKY CONTESTA:

Indefinido Maximiliano, cuando una persona no logra saber quién es, ni lo que le gusta, ni tener actitudes sólidas, ni creencias profundas, ni seguridad de estar estudiando lo que le conviene, ni ser capaz de entregarse a una pasión o de desarrollar su gusto artístico, ni encontrar una chica que le guste, ni de imaginar cual es su finalidad en la vida… Cuando una persona no se siente apreciada, duerme boca abajo como un muerto, es asocial, incierto (tiene un nombre que no acepta), reconociendo como único centro de su apática vida el deseo sexual, deseo que se refiere sólo a carne femenina sin alma… esta persona padece una enfermedad que llamaremos “Apatía aguda”. ¿De dónde procede tal mal?.

Para vivir en paz y con la escasa, pero esencial, felicidad que nos permite nuestra actual civilización, tenemos que haber sido recocidos como lo que somos, un ser excepcional, único y divino, cuando niños. Este reconocimiento nos lo deben dar nuestros padres. Si ellos, en lugar de vernos tal cual somos, el mensajero de la futura mutación de la humanidad, (cada niño que nace es un profeta), nos aplastan con sus planes para nosotros, o con sus neurosis, sus limitados niveles de conciencia, sus prejuicios, sus fracasos, su mediocre visión de la vida, sus prohibiciones, sus terrores de que el hijo realice lo que ellos no pudieron lograr, en fin, Maximiliano, estas personas reaccionan como tú, entregándose a la apatía. Sienten que no son de verdad, que no merecen ser amados, que están vacíos, que la vida no vale nada… Al describirme lo que sientes y lo que haces, me estás diciendo entre líneas: “Mis padres no me amaron, no desearon que yo naciera, no merezco vivir con felicidad: lo más que puedo hacer es dedicarme como obrero de la construcción a ayudar a los miserables que sufren más que yo.” Estas viviendas de protección oficial simbolizan lo que como niño le pedías inconscientemente a tus padres: ¡”Ámenme, ayúdenme a construirme, protejan el desarrollo de mi conciencia, de mi alma, cesen de desvalorizarme! No me dejen como única cualidad tener un pene que escupe esperma en mi propia mano”.

Para liberarte de esta molesta enfermedad, y también de algunos costosos años de psicoanálisis, realiza este acto de psicomagia, que te servirá para sacar de tus entrañas la inmensa rabia que llevas acumulada:

Ve de visita donde tus padres, delante de ellos desnúdate, ponte en la cabeza un gorro de bebé, avanza a gatas, súbete a la mesa donde comen, acuéstate ahí de espaldas, ponte a lanzar alaridos, chillando como un nene angustiado, y agitando piernas y brazos grita de más en más fuerte: “¡Mamá! ¡Papá!” . Por último, sin cesar ese llanto escandaloso, orina y defeca. ¡Si! Orina y defeca en la mesa donde ellos acostumbran comer. Una vez realizado este capital acto, mientras les explicas calmadamente la razón de lo que haz cometido, describiendo tus sentimientos dolorosos de niño ignorado, recoge tus excrementos con un libro de tus estudios y con hojas de otros de esos libros limpia los orines. Luego obliga a tus padres a que te acompañen a enterrar esos papeles y a plantar sobre ellos un arbolito frutal.

Imagen: Dariusz Klimczak